Los que me conocen saben que no me gusta comentar episodios de mi vida personal, ni tampoco irme quejando de dificultades y sinsabores asociados a mi condición de persona autista. En mi caso, el autismo me ha dado mucho más de lo que se supone que me tendría que haber quitado. Siempre me sentí diferente; pero nunca me sentí inferior. También debo decir que no me gusta que, atendiendo a mi alto nivel de autonomía personal, se me ponga como ejemplo de cómo puede ‘curarse’ del autismo. Porque pienso, y repito hasta la saciedad, que el autismo no es una enfermedad; que no se debe curar a nadie de sí mismo y que las dificultades y los problemas asociados a las personas autistas sea cual sea su nivel de dependencia han de atenderse como se atienden los de cualquier otro ser humano dependiente, garantizando su plena inclusión como sujetos de derechos universales que son. Creo firmemente que se nace autista, se vive autista y se muere autista, y que tal condición no ha de conllevar necesariamente la tristeza y la infelicidad ni para el individuo ni para quienes le rodean.
Con todo, hoy voy a hacer una excepción. Voy a contar una reciente anécdota personal con la que quiero explicar que las dificultades para comprender los entornos y para relacionarse socialmente nos acompañan toda la vida, incluso a los autistas mejor incluidos en la sociedad.
Yo trabajo. Muchas personas de mi entorno laboral conocen mi condición autista. Esto no ha sido siempre así; en muchos escenarios he disimulado, he fingido y he mentido para parecer ‘normal’, para no sentirme estigmatizada, y también, para conseguir poder trabajar en lo que es mi vocación. Hubo un tiempo en que lo conseguí. Ahora no es ese el escenario y no encuentro necesidad de suplantar mi condición por una representación de alguien que no soy yo, por lo que mi control sobre las relaciones sociales ha bajado mucho (debo decir que con ello también mis niveles de ansiedad); así, las ‘aspercagadas’ (meteduras de pata asociadas a la condición asperger del individuo, por no saber interpretar el contexto y las reglas sociales) aumentan en frecuencia.
Lo cierto es que recibí un correo de mi jefe (él ya sabe que prefiero comunicarme por escrito) en el que me pedía que convocara tres reuniones y una serie de instrucciones al respecto. No hablaba de fechas, por tanto la instrucción era sólo convocar. En ese momento entra en acción mi cerebro autista, para el que una palabra tiene un solo anclaje significativo: en este caso, convocar es ‘citar a alguien para la realización de algún encuentro, reunión o evento’. Y eso fue lo que yo hice. Miré la agenda de mi jefe y fui acoplando reuniones y citando a los asistentes. Para mi sorpresa, el disgusto de mi jefe y el malestar de algunos, resulta que no se puede convocar citando a las personas, sino que convocar es igual a:
- Llamar uno por uno a todos los asistentes
- Preguntar cuándo tienen disponibilidad
- Buscar un día en el que todos estén disponibles
- Decírselo y…… por fin,
- ¡¡¡Convocar!!!
Juro por lo más sagrado que no se me había ocurrido pensar en esto. Por varias razones. La primera, porque convocar, según el Diccionario de Real Academia de la Lengua significa (sic) Citar, llamar a una o más personas para que concurran a lugar o acto determinado. (Exactamente lo que yo había entendido por el término). La segunda porque es absurdo acordar algo y después hacer una convocatoria, cuando ya todos saben cuándo, dónde y cómo va a suceder. Algo así como preguntar a todos los comensales qué les haces de comer y después darles un menú para que se lo lean. Y claro, esperar a que se sorprendan. O lo que es lo mismo, esperar a que confirmen una convocatoria. Demasiado contradictorio, vago y falto de lógica. Demasiado….social. He tomado nota, una más, de una palabra que en el contexto laboral (al menos en el de mi empresa) significa una cosa diferente a su definición en el diccionario.
Es difícil explicar a quienes no están relacionados con el mundo de los TEA que las personas autistas no tienen esa forma innata de adaptación al contexto que parece tan fácil en los neurotípicos. Como dice Peter Vermeulen (Autism as context blindness p.189), refiriéndose a la diferencia entre el significado de un término en el diccionario y su significado en la vida real: ‘Para entender las palabras en el mundo real, necesitas entender el contexto, porque cada palabra puede tener diferentes significados. Para alcanzar el significado correcto de entre todos los posibles, usamos el contexto’ Peter habla de ‘ceguera al contexto’ como la característica determinante del autismo y que influye en todas las demás: percepción, comunicación, relación social, etc. Una persona que tiene dificultades para comprender el escenario en que cada cosa está sucediendo tiene un riesgo importante de cometer errores constantes en el día a día.
Esta vez he tenido suerte: estoy en un entorno saludable. O lo que es lo mismo, un espacio laboral en el que no se paga un alto precio por ser un ‘divergente’. Al final ha quedado en una anécdota más. Me pregunto qué pasará cuando tenga que convocar sin consensuar la cita; y cómo podré distinguir un contexto de otro. Debo confesar que con mi edad y con más de treinta años de carrera profesional no me asusta mucho, aunque me pongo en la piel de los jóvenes TEA que no entienden por qué no son aceptados, a los que nadie les explica las diferencias de comprensión ante un mismo suceso, ni las reglas en el trabajo, en la escuela o en la relación con amigos. Esta reflexión me lleva a pensar que la sociedad no es justa. No lo es por muchas cosas; en este caso porque se permite definir y saltarse la definición; y hacerlo unas veces sí y otras no; y pretende que se sepa cuándo es de un modo y cuándo de otro. Así, por las buenas. Y lo que es peor, penaliza a las personas que entienden que las reglas se hacen para seguirlas, las definiciones para aplicarlas y que cuando hay excepciones se tiene que explicar para que puedan ser entendidas.
Releo lo escrito y pienso que sí, que prefiero ser autista. Lo contrario es vivir en un mundo demasiado caótico. Aunque… ¿Qué tal si hiciéramos el esfuerzo de conocernos un poco más para poder disfrutar mejor de la diversidad humana? Y seguro que aprenderíamos que para muchos convocar significa citar y que a lo mejor lo que mi jefe quería era que ‘consultara disponibilidad’.
Dedico este post a FF, mi jefe, un tipo con el que discrepo en casi todo y con quien puedo discrepar para crecer y para, entre los dos, conseguir mejores resultados que si no fuéramos tan distintos. Gracias por haber tenido la curiosidad de conocer el mundo del autismo y la generosidad de no cuestionar la diferencia.